Manifiesto

Estimadas y estimados colegas:
Aquí estamos, no solo reunidas y reunidos en torno a una candidatura a rectora, candidatura que hoy estoy encabezando. Nos unen ideales comunes, energías compartidas, profundas convicciones de cambio en esta Universidad nuestra, que hoy llamamos Casa de Amanda Labarca, EloisaDíaz, Ernestina Pérez y Andrés Bello.
Se trata de transformaciones en consonancia con el país, con el nuevo ciclo que iniciamos en mayo 2017 y en octubre 2019, con la instalación de la Convención Constitucional, con los millones de personas que salieron a exigir dignidad por todo Chile.
¿En qué pensamos cuando decimos que estamos en consonancia con un nuevo ciclo de transformaciones en el país?
Efectivamente, hablamos de un cambio cultural, de un nuevo proyecto político.
Un cambio cultural afecta las formas de habitar las instituciones, que es la única manera de cambiarlas. Nos cabe habitarlas de otros modos. Las instituciones son porfiadas, se restringen y angostan; se convierten en espacios inhabitables, solitarios, desprovistos de vida, sin cuerpos ni territorios.
Sin embargo, las instituciones se forjan precisamente desde esos cuerpos y territorios que frecuentemente parecen no habitarlas, que piden abrir sus puertas a problemas muy concretos, a aquello que a menudo no se dice.
¿Y qué es lo que no se dice?
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No se dice que estamos habitando la casa con malestares, con daños de décadas.
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No se dice que los daños tienen que ver con asuntos cotidianos: con remuneraciones desiguales o reajustes que no se concretan; con bonos de inseguridad, con honorarios, con contratos a honorarios que duran décadas, con plantas que no llegan; con jubilaciones que son tan mermadas que las personas no están dispuestas a dar el salto a la pobreza al final de sus carreras.
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No se dice que lo que hacemos es . No se reconoce la producción de conocimiento como elaboración, como práctica que siempre está en proceso de creación científica o artística, sea ésta o .
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No se dice que el laboratorio científico y el taller artístico se producen en colectivo; que se construyen entre varias personas, con los propios talentos y destrezas de quienes crean o investigan. Por el contario, se cree cada vez más en la superioridad del individuo, en hacerse un camino en solitario y en rivalidades con las y los demás.
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No se dice que toda la producción de conocimiento, esparcida en distintas áreas de saber, en distintas disciplinas y campos es equivalente en .
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No se habla de las violencias, de los abusos de género, no se habla de Pueblo Nación y de poder. No se dice que la arrogancia patriarcal es también con frecuencia arrogancia patronal. ¿Hasta cuándo confundir neciamente valor y precio? La nueva constitución habla con razón de equivalencias epistémicas: ¿Quién dijo que el arte es ocioso y que la ciencia es objetiva y por ende superior? ¿No hay puntos donde lo poético y lo científico se entre-oyen, se entretejen y dialogan? ¿Y las humanidades con su oreja en la historia, en la situación misma del conocimiento, acaso no nos muestran lecciones en suspenso?
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No se dice que las cuatro misiones a las que dedicamos nuestra labor tampoco deben tener valores opuestos: ¿Por qué va a ser más valioso enseñar que investigar; investigar que difundir y difundir que gestionar? ¿Por qué no pensar las cuatro misiones a través de toda la carrera académica, con momentos de intensidades diversas pero complementarias?
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¿Y qué decir de las y los parámetros hegemónicos para valorar la calidad? ¿Cuándo los discutimos de cara a nuestra realidad de país en desarrollo, con las falencias y las heroicas dedicaciones, con las inéditas voluntades de entrega?
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¿Por qué no se dice que el cambio en las condiciones materiales y en la materialidad de nuestros daños, afecta la relación entre nuestra calidad productiva y nuestra calidad de vida, porque ambas están intensamente entrelazadas? Peor aun: no se dice que si nos enfrentan ante la opción de socavar nuestra calidad de vida o dañar nuestra docencia o investigación, optamos inevitablemente por el deterioro de nuestra cotidianidad, de nuestra salud o la de las personas que amamos.
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No se dice que tenemos mucho en común y que lo común es lo pospuesto, lo diferido, lo renegado, lo sospechado.
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Pero aquí el gran desafío:
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Juntar nuestros malestares;
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Conjugar nuestros daños con la colaboración, la construcción de equipos;
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Insistir en recuperar nuestra dignidad, nuestra valoración, nuestras visiones y nuestra fuerza transformadora;
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Asumir que somos sujetas y sujetos; que lo que nos sostiene es nuestra autonomía de conjunto, nuestra soberanía frente al despliegue más ancho de nuestras visiones de universidad y de país;
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Aunar nuestras subjetividades con reconocimiento de lo común invisibilizado.
Procuremos hacernos al andar como actoras y actores incidentes, capaces de reconocernos en esta senda de construir universidad, al aprender de otras y de otros.
Con participación deliberante y vinculante romperemos la repetición, la continuidad, los silencios cómplices.
Porque creemos que el Estado debe garantizar los derechos humanos, los derechos sociales y sexuales en la Universidad y en el país.
Porque reconocernos es el comienzo de los cambios culturales y materiales que nos unen.
Por una Nueva Universidad para un Nuevo País,
¡Seguiremos y será hermoso!
Kemy Oyarzún Vaccaro
Rectora